Nelson
Leirner


NUESTRA CASA, MI VIDA

19ª edición
13 de septiembre de 2014 a 25 de enero de 2015

La historia del origen de la muñeca rusa matrioshka, aquella que sale una de dentro de la otra en orden decreciente, remonta al final del siglo XIX, y voy a contarla porque me ayudo a percibir la propuesta de la intervención de Nelson Leirner en el Proyecto Respiración (Projeto Respiração). Según reza la tradición ella fue inventada por un tornero artesano que tenía la costumbre de esculpir muñecas en pedazos de madera y, un día, hizo una tan linda, que no quiso separarse de ella y la llevo a su casa, poniéndola a su lado, sobre la mesita de noche. Antes de dormir siempre le preguntaba si ella estaba feliz y ella respondía que sí. Un día, al hacer la pregunta, ella respondió que no y que precisaba de una hija para sentirse feliz. Él artesano entonces decidió regalarle una hija. La serruchó al medio, creando una parte hueca, y esculpió en la madera retirada otra muñeca y la puso en su interior. De la misma forma, todas las noches, le preguntaba a las matrioshkas si estaban felices y, un día, la menor dijo que no y que para ser feliz necesitaba una hija. De esta forma el artesano fue esculpiendo sucesivamente matrioshkas menores que se encajaban una dentro de la otra hasta llegar a la sexta, que le dio esa misma respuesta.  El artesano, entonces, tuvo una idea para poner un fin a esa situación desagradable. En la séptima, pintó un bigote.

En la  medida en que fui acompañando el vaciamiento de la Sala Inglesa de la Fundación Eva Klabin (Fundação Eva Klabin), donde Nelson Leirner decidió crear un departamento modelo como el de mí casa, mi vida (minha casa, minha vida), y la sala se fue transformando, de unambiente lujoso, en un pequeño departamento de sala, dormitorio, baño y cocina para una familia de padre, madre y dos hijos, completamente equipado, tuve la percepción – para más allá de lo obvio de la situación política – de que la residencia de Eva Klabin estaba generando en su interior otra vivienda.

Al inicio, cuando Nelson Leirner lanzo la idea de hacer una intervención que sería un departamento popular, mi primera reacción fue la de humor. Me parecía divertido e irónico. Estas son dos características que distinguen su obra y más, como bien recuerda Agnaldo Farias en su bellísimo ensayo “Una vuelta al mundo de Nelson Lernier” (“Uma volta ao mundo de Nelson Leirner”), el artista se afilia a una tradición brasileña de ironía y humor serio que remonta a Flávio de Carvalho y Oswald de Andrade.

Humor e ironía, ambos en el sentido más amplio, de poner en jaque las situaciones que se le presentan al desarmarlas o por la sorpresa que el humor desencadena o aún por la crítica irónica a cuestionar las normas vigentes de la política, del arte y de los acuerdos sociales y económicos. Esta fue la estrategia adoptada por el artista al generar, en el interior de la casa museo de Eva Klabin, otra residencia, sólo que popular. Queda de inmediato transparente la intención de poner en cuestión las relaciones de clase por el contraste que genera, así como cuestionar los límites dé la propuesta del Proyecto Respiración (Projeto Respiração) y de forma ampliada el sistema del arte.

A obra de Leirner se caracteriza por el cuestionamiento bien humorado, osado y cáustico de las normas vigentes por medio de prácticas que desarman las situaciones y nos sorprende – de la misma forma que el artesano ruso – porque su tolerancia tiene el límite de la reversión. El bigote pintado en la séptima matrioshka estanca una sucesión repetitiva de hechos e inaugura una nueva genealogía, explicitando otro contenido posible, que puede trabar un proceso, pero que refunda la misma acción: esculpir una muñeca al contrario; con bigote. De la misma forma, no le interesó al artista relacionarse con la colección, con la historia de vida de Eva Klabin o con cualquier otro elemento que pudiese remitir a las otras experiencias del Proyecto Respiración (Projeto Respiração), pero, al mismo tiempo, al querer desviarse de la propuesta, refundó el acto inaugural de Eva Klabin, que caracteriza la fundación que legó a la ciudad de Rio de Janeiro: el hecho que sea una casa. Nelson Leirner, al querer diferenciarse lo más que pudo de la propuesta original de Eva Klabin, practicó el mismo acto que ella, hizo una casa, repitió la misma actitud, sólo que de manera diferente: la teoría de Nietzsche del eterno retorno; en el origen de la diferencia está la pulsación de lo mismo.

Pero lo que nos interesa a partir de ahora es ver cómo lo mismo puede ser diferente. Las diferentes capas que surgen de su acción. En el interior de la casa de Eva Klabin, Nelson Leirner encontró una casa – una vez más las matrioshkas –; sólo que esta casa es diferente y ella se diferencia porque (a pesar de no tener bigotes) propone poner en cuestión las relaciones de poder de la sociedad, del poder financiero al poder político, de las diferencias de clase, y ella pretende también no ser arte. Así, su acción en la Fundación Eva Klabin (Fundação Eva Klabin), es la de dedicarse a la propuesta del Proyecto Respiración (Projeto Respiração) y de la colección. Se convierte en un cuerpo que se pretende que sea extraño e intruso, pero que refunda el sentido original del Proyecto Respiración (Projeto Respiração), que nunca pretendió ser una propuesta de instalación, pero de intervención. Tal vez ningún artista hubiese aceptado de forma tan consecuente la propuesta del Proyecto Respiración (Projeto Respiração): Nelson Leirner no hace una instalación, pero una intervención radical; elimina una de las salas. Transforma la Sala Inglesa en una vivienda popular.

En este corto período de convivencia con Nelson Leirner aprendí a respetarlo como un místico. Explico: Gershom Scholem, en su libro La cábala y sus símbolos (A cabala e seus símbolos), describe el místico como aquel que es capaz de cambiar el rumo de las religiones porque conoce tan profundamente sus mecanismos internos que lo aceptan sin interpelarlo o muchas veces sacrificado como un mero contestatario, pero como alguien que está dando un desdoblamiento orgánico y natural al destino de un sentido porque está refundando el sentido original de una religión. El místico, al proponer cambios, se mantiene fiel al origen. Nelson Leirner se adecúa a esta definición. Él es un profundo conocedor de los mecanismos del circuito de las artes, de las galerías a los museos y a las instituciones culturales, pasando por los críticos y curadores, de los salones a las ferias y bienales, del marketing a la divulgación, en fin, todos los meandros que involucran este objeto “sacralizado” que se estableció llamar arte. Su trayectoria de más de 50 años de práctica artística se caracteriza por desmitificar aquello que enaltecemos como arte, indagando todas estas diferentes instancias para probar que lo que hace no es arte, pero es consagrado como uno de los mayores artistas brasileños, al punto de, como él mismo dice, se quisiera pasar a vender hot-dog en la esquina van a pensar que él está haciendo un happening.

El juego de dados que Leirner quiere jugar con nosotros es que él se permite criticar y debatir el circuito de las artes porque él no moraliza el arte por conocerla profundamente. La prueba es el stand de un departamento modelo montado en el interior de la casa museo de Eva Klabin. Para él no existe ni baja ni alta cultura. Todo se nivela en el mismo impulso de creación que para él no es nada más que el hacer, una vez que él también no mistifica la creación. Al actuar de esta manera, él se está portando como los místicos, que refutan refundando el sentido profundo y original de las religiones. ¿Cuál es el origen de la palabra arte? La mayoría atribuye al latin ars que significa habilidad o técnica, más por un tema cultural de la tradición greco-romana que es fuerte en el Occidente, pero muchos hoy se olvidan que el origen viene del asirio y significa hacer, el simple quehacer cotidiano, que no está lejos de la acepción latina. Por lo tanto, una vez más Nelson, al querer demoler, construye, al refundar el sentido original de la palabra arte que es hacer, Nelson hace. Y lo que él hace es considerado arte. Para él el hacer define a su acción. Para él arte es hacer y nada más que eso. Es una profesión como cualquier otra. Pero el conflicto que surge de allí es que, por más que niegue el sistema del arte, el mercado del arte no lo niega como artista. Esta es una batalla perdida de antemano, como la medicina, que es impotente delante de la muerte. Pero es gracias a la tensión de este conflicto que él construyó su vida y su obra.

No podría existir artista más apropiado para la conmemoración de los diez años del Proyecto Respiración (Projeto Respiração). Él trae con su acción osada, directa, crítica, lúdica, lúcida y bien humorada un cuestionamiento que es igual al de la propuesta del proyecto – el de desarmar situaciones convencionales y cerradas en sí mismas.

Nelson Leirner es un artista observador agudo de la realidad y está siempre listo a denunciar las instituciones que permanecen cristalizadas por la inercia de los acuerdos sociales. Para él lo principal es poder discutir la cuestión del valor: valor ético, valor de mercado y valor político. Él no está preocupado en filiarse a ninguna tendencia. Lo que le interesa es presentar las situaciones para que ellas hablen por sí mismas, que, como las matrioshkas, van revelando otras capas internas de sentido hasta que encontremos una situación que revierta las expectativas.

Esta ha sido la actuación de Nelson a lo largo de sus más de 50 años de carrera en que nunca se conformó en aceptar las críticas indirectas aludiendo su arte y siempre buscó desarmarlas o despistarlas por medio de la tradición del humor serio. Salve Nelson!