João
Modé
INVISIBLES
10ª Edición
23 de mayo al 26 de julio de 2009
Extracto del texto de la exposición. El texto completo está disponible en portugués y en inglés
Con la intervención denominada Invisibles (Invisíveis), João Modé nos ofrece obras que trabajan en el límite entre los mundos de la presencia material e inmaterial que emana de los objetos de la colección y entre los tiempos del objeto musealizado y de cuando estos objetos eran parte de la vida cotidiana de la casa.
Su primera acción fue escoger uno de los ambientes de la casa para habitar y lo denominó Lugar acogedor (Cafofo). Sintió la necesidad de convivir en la fundación no sólo como museo, pero también como residencia. Escogió ocupar uno de los sótanos que está afuera del circuito de visitación e integrarlo al circuito, creando un espacio de suspensión donde el visitante pude experimentar un tiempo menos acelerado y de contemplación. En este lugar, Modé se permitió convivir con el ambiente de la casa para permitirse nuevos paisajes mentales.
Creó el paisaje sonoro El tiempo del sonido (O tempo do som), al traer de vuelta los sonidos, los discos que Eva escuchaba. Creó paisaje olfativo al esparcir el perfume predilecto de la coleccionadora, Joy de Jean Patou, transformando la alcoba (boudoir) en la instalación Joy [en silencio] [in silence]. En la Sala Inglesa y en el Lugar Acogedor (Cafofo), la flor predilecta de Eva Klabin, el anturio, es diariamente cambiado para sustituir los que caen secos y se acumulan alrededor de las macetas y en el suelo. A esta obra/acción la denominó Lleno (Cheio) [anturios].
Con el trabajo Penumbra (Lusco-fusco) crea una atmosfera de luz limítrofe entre el día y la noche, que es el mismo lugar de la sutil percepción del momento del “entre”, cuando una cosa deja de ser lo que es para ser otra. Esta opción estética aún más evidente en la obra Alma [de Santa Teresa de Ávila], cuando él sencillamente desplaza la posición de la escultura barroca, posicionándola de espaldas en lo alto de la escalera, de forma que la luz de la lámpara cree – para la mirada del que sube la escalera – un halo luminoso en torno de ella, revelando su interior, que es hueco.
Al emprender una acción sutil y casi invisible de desplazamiento y desprendimiento de la percepción, cambia la relación sensorial con el ambiente y conserva el arte como la experiencia capaz de preservar en el hombre la dimensión espiritual.