boudoir

En el boudoir, un pequeño despacho contiguo al cuarto de dormir, en la escribanía italiana, Eva Klabin ponía al día su correspondencia. Ambiente bastante femenino, está presidido por dos retratos de la coleccionadora: uno en la infancia – un fusain de Lasar Segall, hecho a partir de una fotografia donde aparece Eva con cuatro años, en traje de invierno, al lado de su madre, y otro en la madurez – un crayon del portugués Pedro Leitão, datado de 1966. El Retrato de mujer es otra imagen femenina, una cabeza blanquecina con los cabello adornados, fantasía de Marie Laurencin, pintora de la Escuela de París, que vivió hasta la década de 1950.

Las paredes del boudoir permiten también el expresivo Niño rezando, del italiano  Pietro Roi (1820-1896), colocado encima de una pequeña y graciosa cómoda de cuatro cajones, ejemplar del rococó dinamarqués; dos pequeñas pinturas de paisaje de Nicolás Antoine Taunay (1755-1830), de fase anterior a su llegada a Brasil con a Misión Artística Francesa; y el grabado de Rugendas (1802-1858), grabador de la lista de artistas viajantes, Laguna de las Tretas, representando la misma laguna Rodrigo de Freitas que Eva podía contemplar desde las ventanas de su casa.